Diagnóstico

Generalmente, los proveedores de atención médica reconocen la poliomielitis por los síntomas, como la rigidez en la espalda y el cuello, o los reflejos anormales o la debilidad muscular. Para confirmar el diagnóstico, puede identificarse el virus de la poliomielitis con un análisis de laboratorio de una muestra de heces. El virus puede identificarse en una muestra tomada de la garganta únicamente durante la primera semana de la enfermedad. Por lo tanto, la muestra de la garganta es una fuente menos confiable para realizar pruebas.

Puede hacerse una prueba del líquido que rodea el cerebro y la médula espinal, o líquido cefalorraquídeo, para descartar otras enfermedades del sistema nervioso.

Tratamiento

Debido a que no existe cura para la poliomielitis, la atención se centra en el aumento del bienestar, la aceleración de la recuperación y la prevención de complicaciones. Dependiendo de la gravedad de la enfermedad, los tratamientos de apoyo pueden incluir lo siguiente:

  • Reposo en cama
  • Analgésicos
  • Compresas húmedas calientes para controlar el dolor y los espasmos musculares
  • Respiradores portátiles para ayudar con la respiración
  • Ejercicios de fisioterapia para prevenir la deformidad ósea y la pérdida de la función muscular
  • Férulas u otros dispositivos para motivar una buena posición, o alineación, de la columna vertebral y las extremidades

Preparación para la consulta

Los signos y síntomas de la poliomielitis de moderada a grave, sin contar los típicos síntomas similares a los de la gripe, necesitan atención inmediata. Algunas de las preguntas que quizás puedas responder por ti mismo o en nombre de tu hijo son las siguientes:

  • ¿Cuándo comenzaron los síntomas?
  • ¿Los síntomas empeoraron o cambiaron desde el momento en que te enfermaste?
  • ¿Hay algo que haya mejorado o empeorado los síntomas?
  • ¿Has viajado recientemente? ¿A dónde?
  • ¿Recuerdas una posible exposición a una enfermedad infecciosa?
  • Si viajaste, ¿qué vacunas te has dado antes del viaje?