Todavía en carrera

Cómo ganar una batalla de 10 años contra el cáncer de la sangre

Escrito por el personal de Mayo Clinic

El Dr. Tom Braithwaite, después de finalizar una media maratón para celebrar su victoria contra el cáncer.

La reverenda Arianne Lehn, pastora presbiteriana, parada al lado de la cama de su padre en el hospital, sosteniendo una bolsa llena de sangre sobre su cabeza. Ella recita las últimas palabras de su bendición: "Ofrecemos un agradecimiento especial al donante que tan generosamente se ha entregado para que otro tenga vida. Que sea bendecido con muchas cosas buenas".

Y sigue: "Y ahora, envía tu espíritu sobre estas células, bendiciéndolas con tu amor y poder sanador. Te lo pedimos en tu Santo Nombre. Amén".

Dejando que la plegaria de su hija lo inunde, Tom Braithwaite se acomoda en la cama del hospital, mientras una enfermera conecta la bolsa a una vía intravenosa que llega hasta su pecho.

Tomados de la mano, Tom y su esposa, Tacey, miran cómo el líquido rojo gotea, se desliza lentamente por la vía intravenosa de Tom e ingresa a su cuerpo. Agradecen en silencio al donante anónimo cuyo regalo de vida llegó a Mayo Clinic hace pocos minutos.

Pero Tom no tiene falsas ilusiones. Sabe a lo que se enfrenta, lo que traerán aparejado los próximos meses: agotamiento, altibajos emocionales, náuseas, enfermedad recurrente. Él ya pasó por esto antes.

Pero también sabe, a medida que la sangre del donante empieza a correr por sus venas, que este trasplante de células madre es su mejor opción para vencer este cáncer mortal de la sangre.

Un camino poco conocido

Hace diez años, el Dr. Tom Braithwaite recibió un diagnóstico, en lugar de ser quien lo comunicaba: linfoma no-Hodgkin difuso de células B grandes en etapa III.

"Estaba estupefacto", dice. "Corría. Me cuidaba. Pero allí estaba, con cáncer".

El linfoma no-Hodgkin se produce cuando el cuerpo produce demasiados glóbulos blancos (linfocitos). Normalmente, las células viejas mueren y el cuerpo genera otras nuevas para reemplazarlas. En un linfoma no-Hodgkin, los linfocitos no mueren. Siguen creciendo y se dividen.

Después de varias semanas de tratamientos intensivos de quimioterapia, Tom combatió la enfermedad y entró en remisión. Reanudó sus actividades normales (como atender pacientes y participar en carreras competitivas) y, en general, continuó viviendo la vida que tenía antes de la enfermedad.

Luego, en 2008, el cáncer volvió a atacar. Allí fue que viajó a Mayo Clinic para reunirse con el Dr. Thomas E. Witzig, un especialista en linfoma.

Un largo y sinuoso camino

El Dr. Witzig sugirió que en lugar de atacar su organismo con quimioterapia, probaran con la radioinmunoterapia. La terapia dirigida utiliza anticuerpos radioactivos que se adhieren solamente a las células del linfoma y destruyen el cáncer, a la vez que reducen los efectos secundarios en los tejidos sanos.

"Puede resultar más eficaz para algunos pacientes y menos tóxica que la quimioterapia", dice el Dr. Witzig.

Y aparentemente así fue para Tom. A los pocos meses de tratamiento, se encontraba en remisión. A los nueve meses, él y su hija corrieron la maratón Twin Cities y recaudaron más de 10 000 dolares para Leukemia & Lymphoma Society (Asociación para la Lucha contra la Leucemia y el Linfoma).

Pero en la primavera de 2010, Tom tuvo una nueva recaída. Sus médicos le recomendaron luchar contra la enfermedad con un trasplante de células madre. El procedimiento utiliza dosis muy altas de quimioterapia para destruir el cáncer. Pero al hacerlo, también destruye las células madre de la médula ósea, que produce glóbulos rojos y blancos, además de plaquetas.

En primer lugar, un equipo de especialistas extrajo células madre sanas de la sangre de Tom. Luego, después de una intensa quimioterapia, los médicos lo reinfundieron con sus propias células madre, que se dirigieron hacia la médula para producir nuevos glóbulos rojos sanos.

"Es como un bombardeo", dice Tom.

Y así se sentía. Aparte de luchar contra los efectos secundarios de la intensiva quimioterapia, Tom tenía ahora un sistema inmune comprometido y bajos recuentos sanguíneos. Contraía infecciones respiratorias cada pocos meses, combatía periódicamente fiebres superiores a los 101 ºF (38 °C), se quedaba en cama durante varios días, con temblores y escalofríos, y sufría intensos ataques de tos y un agotamiento extremo.

"Empecé a preguntarme si me volvería a sentir bien alguna vez", dice.

Un nuevo reto

Durante sus tratamientos anteriores, Tom redujo o suspendió temporalmente sus horas de trabajo como médico y reanudó la atención de sus pacientes apenas se recuperó. Sin embargo, después del trasplante de células madre, su sistema inmune se vio severamente inhibido durante muchos meses y, por primera vez en su carrera laboral, no pudo ayudar a los pacientes junto a sus camas, por temor a contraer una infección.

"Fue un momento impactante en mi vida", dice Tom. "Tuve que replantearme mi futuro". Cuando pudo volver a trabajar, Tom cambió de carrera mientras estaba en Sanford Health en Sioux Falls, Dakota del Sur, y se convirtió en el director de calidad.

Luego, a principios de 2012, un año y medio después de su trasplante, la vida le presentó un nuevo reto a Tom. Mientras caminaba en Washington con sus amigos, empezó a tener problemas para respirar y no podía hablar, muy lejos de la capacidad pulmonar y el estado físico que tenía cuando corrió la media maratón hacía siete meses.

La quimioterapia que mantuvo con vida a Tom los nueve años anteriores dañó de forma permanente las células madre de su médula ósea. Como resultado, desarrolló el síndrome mielodisplásico (SMD) relacionado con la terapia, un cáncer agresivo de la sangre y la médula ósea que dificulta la producción de células sanguíneas sanas. Este tipo de cáncer era más letal que su linfoma, y los médicos estimaron que su expectativa de vida era de un año como máximo.

Tacey, la esposa de Tom, relata: "Durante una consulta en 2010, escribí en mis notas que Tom tenía el 5 % de probabilidades de contraer MDS. Yo ni siquiera sabía de qué se trataba. Y el porcentaje era tan bajo, que lo ignoramos".

El Dr. Witzig sugirió hacer un segundo trasplante de células madre, esta vez de un donante, llamado trasplante de células madre autólogas.

La respuesta de Tom fue: "Gracias, pero no, gracias".

"Habían sido nueve años de mi vida. No quería verme abatido por otro trasplante y morir en una unidad de cuidados intensivos. Prefería dejar que la enfermedad fuera el problema, antes que morir a causa del tratamiento".

Entendiendo las preocupaciones de Tom, el Dr. Witzig le dio un consejo que su padre le había dado a él: escuchar y pensar. "Todo lo que te pido", le dijo el Dr. Witzig, "es que te reúnas con nuestro experto en MDS", el licenciado en Medicina y Cirugía Mrinal S. Patnaik.

Tom aceptó la sugerencia del Dr. Witzig. El MDS relacionado con el tratamiento es una enfermedad agresiva que tiene una tasa de mortalidad elevada. Sin tratamiento, aproximadamente el 80 % de las personas que contraen la enfermedad sucumben a ella dentro de los cinco años a partir del diagnóstico. Con un trasplante de células madre autólogas, la supervivencia aumenta, y aproximadamente el 50 % de los pacientes viven sin la enfermedad luego de cinco años.

La ventaja de un trasplante de células madre autólogas es que las células madre del donante generan sus propias células inmunes, que reconocen y destruyen las células cancerosas en el cuerpo del paciente. La idea era que las células madre del donante empezaran a funcionar y producir glóbulos rojos saludables, y curaran a Tom del MDS.

Los riesgos eran que las células del donante podían morir o ser destruidas por el organismo de Tom, antes de establecerse en su médula ósea (rechazo de injerto). O bien, las células madre del donante podían atacar su organismo (enfermedad de injerto versus huésped). Además, debido a que la inmunidad de Tom iba a ser tan baja durante un tiempo tan prolongado, iba a correr el riesgo de contraer infecciones, que podrían causar daños permanentes e incluso la muerte.

"El Dr. Patnaik y yo tuvimos una conversación muy sincera", dice Tom. "No trató de suavizar la verdad y fue muy claro sobre los riesgos del procedimiento. Pero él tenía esperanzas y compartió sus conocimientos enciclopédicos de la enfermedad y las tasas de supervivencia".

"Un trasplante autólogo es una dura prueba mental, física y espiritual", dice el Dr. Patnaik. "Pero también es una cuerda salvavidas que ha permitido salvar a muchas personas".

El regalo de la vida

Con el apoyo de su familia y amigos, Tom dio un salto de fe y se sometió a un segundo trasplante de células madre en muchos años. El trabajaba con "Be The Match" ("Sé compatible"), un programa nacional de donantes de médula en Minneapolis.

En setiembre de 2012, el registro encontró un donante para Tom. El 8 de noviembre comenzó el tratamiento de quimioterapia para eliminar las células existentes en su médula ósea. El 15 de noviembre recibió un trasplante intravenoso de células madre autólogas y durante los siguientes cuatro meses, Tom y Tacey vivieron en Gift of Life Transplant House (Casa de Trasplante Regalo de la Vida) en Rochester, Minnesota.

Durante el primer mes, todo lo que Tom podía hacer era asistir a las citas con su médico y luego volver a la cama. Pero al mes siguiente, empezó a utilizar una banda sin fin para dar pequeñas caminatas. Entre febrero y marzo empezó a trotar. En abril, podía recorrer una milla (1,6 kilómetros) a un ritmo lento.

Luego, el 8 de setiembre de 2013, Tom, quien se encuentra en remisión completa de MDS, corrió una media maratón con su hermano, su hijo y su nuera, para celebrar su triunfo. Con una camiseta que tenía impresas las palabras "Be The Match", Tom cruzó la línea de llegada con muchos familiares y amigos alentándolo.