Victoria Magnus logró un gran avance cuando conoció a Michael Camilleri, gastroenterólogo de Mayo Clinic, M. D., catedrático "Atherton and Winifred W. Bean" (Atherton y Winifred W. Bean). Mayo Clinic reconoce a la organización de su familia, Magnus Charitable Trust, como un benefactor importante por su apoyo a la investigación gastrointestinal.
Durante más de 10 años, Victoria Magnus, de Chicago, ha luchado para superar un trastorno alimentario que devastó su salud y bienestar. Una visita a Mayo Clinic el año pasado en un momento de crisis, que ella llama su fondo, la puso en un nuevo camino en la vida. Al contar su historia con sus propias palabras, Victoria espera ayudar a otros al mismo tiempo que concientiza sobre los trastornos alimentarios y las consecuencias graves y duraderas que pueden tener.
Este es mi camino de lucha, perseverancia y esperanza. Cuento mi historia porque creo firmemente en que hay un propósito mayor para todo lo que he pasado. Para quienes están pasando por experiencias similares, quiero que sepan que no están solos.
Cuando era estudiante de segundo año en la escuela secundaria, comencé a pensar que tenía que verme de cierta manera y que, si era más delgada, más gente me querría. Al principio cambié mis hábitos alimenticios lentamente, saltándome las comidas y diciéndoles a las personas que había comido cuando en realidad no lo había hecho. Con el tiempo, los antojos se volvieron demasiado grandes y de pronto me estaba dando atracones. El estrés agravó mi trastorno de la alimentación, y para parecer aún más delgada comencé a hundir mi estómago, tanto que me convertí en una respiradora torácica.
No fue hasta mi último año de escuela secundaria que supe que tenía un trastorno alimentario. Sentí que me habían quitado un enrome peso de encima y ya no tenía que ocultar esta enfermedad por vergüenza. Fui a tratamiento, agotada pero decidida, lo que me ayudó a iniciar el camino para comenzar lentamente a reconstruir mi vida.
Pero, como con todas las adicciones, mi trastorno alimentario encontró una manera de resurgir cuando estuve vulnerable. Recaí. Estaba atrapada en un círculo de depresión, aislamiento y atracones, y estaba desesperada por cualquier solución rápida que me hiciera sentir "normal". Renunciar parecía una mejor idea que pelear, pero sabía que no era una opción.
Esa solución rápida fueron los enemas y laxantes. Me volví adicta a la sensación de vacío que me daba. Junto con ser una respiradora torácica durante muchos años, mi cuerpo se volvió completamente dependiente de estos medicamentos. En lugar de encontrar una manera de tratar la raíz de por qué era adicta, culpé a todos y todo lo demás, lo que solo alimentó más mis adicciones. Continué buscando soluciones más rápidas y visité diferentes médicos que me indicaron distintos tratamientos. Me diagnosticaron disfunción del suelo pélvico, una complicación de mi trastorno alimentario que afecta los músculos del abdomen y la pelvis.
Cuando tenía 27 años, mi cuerpo y mi mente finalmente alcanzaron su punto de quiebre. Los comportamientos del trastorno alimentario, los enemas semanales y el abuso diario de laxantes eran más de lo que mi cuerpo, mi mente y mi alma podían soportar. Todo estaba desequilibrado. Terminé por mudarme con mi madre y estaba tan débil que apenas podía levantarme de la cama. Sentía como si alguien hubiese atado pesas de 50 libras a mi cuerpo y cada día mi depresión se profundizaba. Me sentí sola y asustada. Me di cuenta de que me sentía completamente desconectada de la parte inferior de mi cuerpo. Ya no podía interpretar las señales de mi cuerpo para las necesidades básicas. La situación se volvió insoportable.
Mi madre y yo fuimos inmediatamente a la Mayo Clinic para tratar de entender mejor lo que estaba sucediendo. Mientras estuve allí, tuve la bendición de conocer al gastroenterólogo Michael Camilleri, M.D., que es líder en el tratamiento de las infecciones gastrointestinales, la investigación y la rehabilitación del suelo pélvico. Se tomó el tiempo para sentarse con mi madre y conmigo y explicarnos exactamente lo que estaba sucediendo. Mi disfunción del piso pélvico había empeorado con los años, debido a mi continuo maltrato y a haber ignorado deliberadamente las señales de advertencia que me daba mi cuerpo. Afortunadamente, mi afección tenía tratamiento. También me di cuenta de que todavía era alguien por quien valía la pena luchar.
Fue un momento tan potente, y sentí como si esa carga finalmente se hubiera levantado. Rompí en llanto en nuestro encuentro. Todavía no puedo expresar con palabras lo agradecida que estaba con el Dr. Camilleri en ese momento. Finalmente entendí la gravedad de mi condición. Esta vez estaba lista para escuchar, y para actuar.
Entré al Programa de Disfunción del Suelo Pélvico de Mayo. El programa me mostró que realmente estaba desconectada de mi cuerpo. Parecía que todo funcionaba al revés de lo normal. No me había dado cuenta de lo mal que estaba hasta que empecé a luchar de regreso con cada cita y sesión de ejercicios. Tuve que dejar el hábito de siempre aspirar y respirar con el pecho para liberar la presión y los músculos que trabajaban de más. Tuve que aprender a "dejar ser" a mi cuerpo y mi abdomen. Este fue un hábito extremadamente difícil de romper y es algo con lo que sigo luchando.
Además, aprendí que en todas las batallas por desórdenes alimenticios, siempre hay efectos secundarios a largo plazo y repercusiones que no son tan ampliamente comentadas o notadas. Para mí, la disfunción del piso pélvico es un buen ejemplo de eso porque se derivó de comportamientos relacionados con mi trastorno alimentario, específicamente el abuso de laxantes y colónicos. Abordar el problema de la disfunción del piso pélvico fue un paso importante para mí y sigo trabajando para desarrollar un estilo de vida saludable y sostenible: el yoga y la meditación son componentes importantes de eso.
Al mismo tiempo, soy consciente de que superar un trastorno alimentario puede ser un proceso de por vida. Es por eso que nunca me gusta decir: "Estoy recuperada". Una adicción siempre será una adicción. La única diferencia es que necesitamos alimentos para sobrevivir y tengo que aprender a tener una relación sana y segura con ellos. Me gusta referirme a mí misma como "recuperándome para siempre".
Me enfrento cada día con la conciencia y la aceptación de que haré lo mejor que pueda con lo que tengo y, si tropiezo o caigo, siempre lucharé para recordar que no soy perfecta. El amor propio y el perdón son los dos mejores regalos que puedo darme. Ahora lo sé, si mi adicción se lleva lo mejor de mí por un tiempo, puedo superarla porque soy una luchadora. Tengo mucho por vivir y para devolver.
Parte de este camino es para que mi familia y yo hagamos más para ayudar a los demás. Esto inspiró a Magnus Charitable Trust a apoyar la investigación gastrointestinal en Mayo Clinic para encontrar más respuestas para las personas con disfunción gastrointestinal.
Otra parte de este camino es contar mi historia: es importante que las personas sepan que los trastornos alimentarios pueden afectar a cualquier persona. Pueden arrebatarte tu vida y tu alegría, y pueden hacer que te sientas derrotado. Siempre animo a cualquier persona que conozca que esté luchando con un trastorno alimentario a tener fe y nunca rendirse.
Mi lema personal es "levántate" porque, independientemente de cuántas veces me haya caído, nunca dejé de creer que mi vida estaba destinada a algo más que esto.
Mi historia no va a terminar así para mí. Si fui elegida para soportar esta batalla, entonces tiene que haber una razón más grande. Lucharé cada día para entender y ayudar a otros que también están luchando.
Apoyar la investigación de Mayo Clinic sobre afecciones gastrointestinales ayuda a comprender mejor cómo funcionan estas afecciones. Nuestros colaboradores pueden ofrecer becas y premios de desarrollo profesional a nuestros investigadores, ayudarnos a crear nuestros recursos biorrepositorios y proteger el tiempo de nuestros médicos.