Diagnóstico

No hay una prueba específica para diagnosticar el síndrome pospoliomielítico. El diagnóstico se basa en los antecedentes médicos y la exploración física, además de la exclusión de otras afecciones que podrían causar los signos y síntomas.

Indicadores del síndrome pospoliomielítico

Para un diagnóstico de síndrome pospoliomielítico, los médicos buscan tres indicadores:

  • Diagnóstico previo de poliomielitis. Esto puede requerir la búsqueda de expedientes médicos antiguos o la obtención de información de miembros de la familia de mayor edad.
  • Intervalo prolongado después de la recuperación. Las personas que se recuperan del ataque inicial de polio suelen vivir durante años sin más signos o síntomas. La aparición de los efectos tardíos varía ampliamente, pero generalmente comienza como mínimo 15 años después del diagnóstico inicial.
  • Aparición gradual. La debilidad de aparición tardía suele producirse en los músculos que se vieron afectados en el momento de la enfermedad inicial de la poliomielitis. La debilidad no siempre es notoria, a menos que interfiera en las actividades diarias. Puede que te despiertes renovado pero te sientas agotado en las primeras horas de la tarde, cansado después de actividades que antes eran fáciles.

Además, como los signos y síntomas del síndrome pospoliomielítico son similares a los de otros trastornos, el médico tratará de excluir otras posibles causas, como la artritis, la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica y la escoliosis.

Pruebas para descartar otras afecciones

Debido a que no hay exámenes que confirmen un diagnóstico de síndrome pospoliomielítico, es posible que el médico use ciertas pruebas para descartar otras afecciones, entre ellas:

  • Electromiografía y estudios de conducción nerviosa. La electromiografía mide las descargas eléctricas diminutas que se producen en los músculos. Se introduce un electrodo con una aguja delgada en los músculos que se van a evaluar. Un instrumento registra la actividad eléctrica del músculo en reposo y al contraerlo.

    En una variación de la electromiografía llamada estudio de conducción nerviosa, se adhieren dos electrodos a la piel por encima de un nervio que se evaluará. Se pasa un pequeño choque a través del nervio para medir la velocidad de las señales nerviosas. Estas pruebas ayudan a identificar y descartar afecciones como una afección anormal de los nervios (neuropatía) y un trastorno del tejido muscular (miopatía).

  • Pruebas por imágenes. También es posible que el médico te recomiende hacer una resonancia magnética o tomografía computarizada para obtener imágenes del cerebro y de la médula espinal. Estas pruebas pueden ayudar a descartar trastornos de la columna vertebral, como la espondilosis (enfermedad degenerativa de la columna vertebral) o el estrechamiento de la columna vertebral que ejerce presión sobre los nervios (estenosis espinal).
  • Biopsia muscular. El médico podría hacer una biopsia muscular para buscar evidencia de otra afección que pudiera estar causando la debilidad.
  • Análisis de sangre. Por lo general, las personas con síndrome pospoliomielítico tienen resultados de análisis de sangre normales. Los resultados de análisis de sangre anormales podrían indicar otro problema subyacente que esté causando los síntomas.

La ecografía muscular, que usa ondas sonoras para crear imágenes de los músculos, es una prueba no invasiva para evaluar la gravedad del síndrome pospoliomielítico y controlar su avance que parece ser prometedora. Es necesario hacer estudios adicionales.

Tratamiento

No hay un tratamiento exclusivo para los diversos signos y síntomas del síndrome pospoliomielítico. El objetivo del tratamiento es controlar tus síntomas y ayudarte a que te sientas lo más cómodo e independiente posible. A continuación, te damos algunas opciones de tratamiento que pueden ayudarte a controlar los síntomas del síndrome pospoliomielítico:

  • Ahorro de energía. Esto implica ajustar tu actividad física y descansar con frecuencia para reducir la fatiga. Los dispositivos de asistencia, como un bastón, un andador, una silla de ruedas o un scooter, pueden ayudarte a conservar la energía. Instalar una barra de agarre para la ducha o un asiento de inodoro elevado también podría ayudar. Un terapeuta puede mostrarte formas de respirar que ayudan a conservar la energía.
  • Fisioterapia. Tu médico o terapeuta pueden recetarte ejercicios que fortalezcan tus músculos sin fatigarlos. Generalmente consisten en actividades menos extenuantes, como por ejemplo nadar o hacer ejercicios aeróbicos en el agua, que realices cada dos días a un ritmo relajado.

    Es importante hacer ejercicio para mantener la forma física, pero evita usar músculos y articulaciones de forma excesiva y hacer ejercicio hasta el punto del dolor o la fatiga.

  • Terapia del habla. Un terapeuta del habla puede enseñarte maneras de compensar las dificultades para tragar. Los ejercicios de fortalecimiento de la voz también pueden ser útiles.
  • Tratamiento del trastorno del sueño. Es posible que tengas que cambiar tus patrones de sueño, como evitar dormir boca arriba o utilizar un dispositivo que ayude a abrir las vías respiratorias cuando duermes. Si tienes el síndrome de las piernas inquietas, el tratamiento para ese trastorno puede ayudar a mejorar la calidad del sueño y reducir la fatiga.
  • Medicamentos. Los analgésicos, como la aspirina, el acetaminofén (Tylenol, entre otros) y el ibuprofeno (Advil, Motrin IB, entre otros), pueden aliviar el dolor muscular y articular.

Otras posibles opciones de tratamiento pueden incluir el fármaco anticonvulsivo gabapentina (Neurontin, Gralise) que se suele utilizar para tratar el dolor de los nervios. Los analgésicos opiáceos crónicos, por lo general, no deben usarse debido a sus riesgos a largo plazo. Tú y el médico deben hablar sobre el plan de tratamiento adecuado para que puedas controlar tu dolor y tus síntomas.

Autocuidados

Tener que lidiar nuevamente con una enfermedad que creías superada, en ocasiones, puede ser desalentador o incluso abrumador. Recuperarte de la enfermedad inicial requirió empeño y determinación, pero ahora los efectos tardíos de la poliomielitis requieren que descanses y conserves la energía.

Estas son algunas sugerencias:

  • Limita las actividades que te provocan dolor o fatiga. La clave es la moderación. Exigirte demasiado cuando tienes buen día puede hacer que los próximos sean muy difíciles.
  • Abrígate. El frío aumenta la fatiga muscular. Mantén tu casa a una temperatura cómoda y ponte varias capas de ropa, especialmente cuando sales.
  • Evita las caídas. Elimina los tapetes (alfombras) y los estorbos sueltos en el piso, usa zapatos buenos y evita las superficies resbaladizas o cubiertas de hielo.
  • Mantén un estilo de vida saludable. Sigue una alimentación equilibrada, deja de fumar y reduce la ingesta de cafeína para mantenerte en forma, para respirar más fácilmente y para dormir mejor.
  • Protege los pulmones. Si tienes problemas para respirar, presta atención a los signos de una infección respiratoria en desarrollo y procura tratarla rápidamente. No fumes, y mantente al día con tus vacunas contra la gripe y la neumonía.

Estrategias de afrontamiento y apoyo

Enfrentar la fatiga y la debilidad del síndrome pospoliomielítico puede ser difícil física y psicológicamente. Es posible que necesites el apoyo de tus amigos y familia. No dudes en hablar con ellos sobre el tipo de ayuda que necesitas.

Considera unirte a un grupo de apoyo para personas con síndrome pospoliomielítico. A veces, simplemente hablar con personas que tienen problemas similares puede ayudar. Pide al médico que te brinde información sobre los grupos de apoyo de tu zona.

Preparación para la consulta

Es probable que comiences por consultar con el médico de cabecera. Sin embargo, posiblemente te deriven a un médico que se especializa en trastornos del sistema nervioso (neurólogo).

La siguiente información te ayudará a prepararte para la consulta.

Qué puedes hacer

Prepara una lista de lo siguiente:

  • Tus síntomas, incluidos aquellos que parezcan no estar relacionados con el motivo de la cita médica, y cuándo comenzaron
  • Información personal clave, incluidas situaciones estresantes importantes o cambios de vida recientes, antecedentes médicos personales y familiares
  • Todos los medicamentos, las vitaminas u otros suplementos que tomes, incluidas las dosis
  • Preguntas para hacerle al médico

En el caso del síndrome pospoliomielítico, las preguntas básicas para hacerle al médico incluyen las siguientes:

  • ¿Cuál puede ser la causa de mis síntomas?
  • ¿Existen otras causas posibles?
  • ¿Qué pruebas necesito hacerme?
  • ¿Es probable que mi afección sea temporal o crónica?
  • ¿Qué tratamientos hay disponibles? ¿Cuál me recomienda?
  • Tengo otras afecciones médicas. ¿Cómo puedo controlarlas de manera conjunta?
  • ¿Hay alguna restricción que deba seguir en relación con la actividad?
  • ¿Quedaré incapacitado?
  • ¿Hay algún folleto u otro material impreso que pueda llevarme? ¿Qué sitios web me recomienda?

No dudes en hacer otras preguntas.

Qué esperar del médico

Es probable que el médico te haga preguntas como las siguientes:

  • ¿Alguna vez tuviste poliomielitis? Si es así, ¿cuándo?
  • ¿Cuán grave fue la infección poliomielítica?
  • ¿Qué partes de tu cuerpo afectó la poliomielitis?
  • Después de la infección de polio, ¿te quedó una debilidad persistente?
  • ¿Los síntomas han sido continuos u ocasionales?
  • ¿Existe algo que, al parecer, mejore los síntomas?
  • ¿Hay algo que te parezca que esté empeorando los síntomas?

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